En algún otro sitio de este web, he comentado que una fórmula fractal no tiene por qué engendrar solamente imágenes. Llevar este concepto a la literatura me parece una temeridad, al menos hasta que alguien me demuestre lo contrario. A lo sumo, estaría dispuesto a aceptar la utilización de procedimientos fractales para la creación de líneas argumentales en historias de múltiple desarrollo, como las de los juegos del tipo aventura gráfica. Esta sección no va por ahí. Más bien se trata de ambientar historias con imágenes fractales. Poco innovador, pero todo se andará...
Respecto a lo dicho en el anterior párrafo, recibí un e-mail de Alberto Viñuela, autor de la web Voet Cranf, en el cual me daba algunos ejemplos de algoritmos y literatura. Tras pasar dicho mensaje por esta página, Alberto no tardó en ampliarlo hasta convertirlo en un completo artículo sobre el tema, el cual no tiene desperdicio, y en donde se tocan temas como la recursividad o las "cajas chinas" literarias, con multitud de referencias. Tras haber pasado por su propia web, ha terminado en estas páginas, de lo cual nos alegramos. Podéis acceder directamente pulsando aquí.
Quizás alguien que, como yo, comparta su fascinación por los fractales y por la obra de Stanislaw Lem haya llegado a descabelladas conclusiones sobre la naturaleza fractal de muchas de sus novelas. Es cierto que la trama de alguna de ellas se complica más que un Mandelbrot en sus zonas más calientes, pero en lo que a mi respecta, mi mente no ha llegado todavía al punto de desequilibrio necesario para aceptar ciertas cosas. Y conste que, teniendo en cuenta muchos de los prólogos y comentarios del propio Lem, él mismo estaría dispuesto a aceptar que sus novelas son en realidad fruto de la calenturienta mente de una máquina generadora de fractales con defectos de fabricación.
En Solaris nos encontramos ante una tensa e inquietante atmósfera. El protagonista llega allí para estudiar en vivo un planeta que ha analizado durante años en las bibliotecas. Pero lo que allí va a encontrar es el reflejo de sus propios fantasmas, engendrado por el único ser vivo de Solaris: su propio océano.
La novela es peculiar en muchos aspectos. El escenario de ciencia ficción es tan sólo una excusa para establecer una angustiosa trama psicológica, y también para realizar un portentoso derroche de imaginación en las ricas descripciones del océano de Solaris. No estoy demasiado informado sobre las historias de este género escritas hace más de cuarenta años, pero por lo que sé, el océano de Solaris es una de las primeras criaturas extraterrestres que se libera del yugo de las formas claramente humanoides.
Cuando generé con Fractint la imagen que adorna esta página, en seguida me vino a la memoria la imagen mental que tenía de aquel océano. Por tanto, en este caso no ha habido intención de ilustrar nada, pero nada más verlo tuve claro que aquello era Solaris.
Podría escribir páginas y páginas sobre Stanislaw Lem, pero no es éste el lugar adecuado. Si quieres encontrar más información sobre él, visita su página personal.
Carl Sagan describe, en su libro 'La conexión cósmica', su conversación con Arthur Clarke y Stanley Kubrick acerca del hipotético aspecto de un extraterrestre. En aquel momento ya se estaba rodando 2001 en los estudios de Inglaterra, pero el desenlace, el supuesto contacto del hombre con seres de otro mundo, aún estaba en pañales. Finalmente se optó por la solución menos arriesgada y más abierta, es decir, no mostrar absolutamente nada, lo cual convierte esta obra en una película sobre extrarrestres sin extraterrestres. Tan solo una controversia más entre muchas otras...
Aun a riesgo de simplificar en exceso las cosas, y siempre bajo mi modesta opinión, 2001 se basa en dos líneas de trama básicas. Por un lado la misteriosa existencia de una serie de 'sensores cósmicos' que, eventualmente, pueden influir en la historia circundante. Por otra parte, y constituyendo el elemento de acción, tal y como ésta es entendida en sentido cinematográfico, el enfrentamiento entre la inteligencia humana y la artificial. El metraje de dos horas y media se dedica, más que al desarrollo dramático, a ofrecer al espectador una experiencia visual con mayúsculas.
Quizás la única parte que ha quedado técnicamente obsoleta después de treinta años es el 'light show' antes de llegar al escenario final, aunque por aquel entonces supusiera todo un alarde creativo. Se puede ver una descripción de la técnica utilizada para esa peculiar escena en http://www.zoran.nl/ movies/vfx2001.html. La imagen que adorna este comentario intenta ilustrar precisamente ese psicodélico pasaje. Un par de fórmulas fractales con sencillos algoritmos de coloración y media docena de efectos de mezcla y distorsión.
Disponible un detallado análisis sobre el film en 2001, A space odissey Internet resource archive.
· área fractal · sysifus, 29 de julio de 2001. ·